Ben Esra telefonda seni bosaltmami ister misin?
Telefon Numaram: 00237 8000 92 32
El señor Manuel X
Si me levantaba, no tenía donde esconderme, así que entre el susto de los pasos, y que apenas tenía tiempo de reacción, opté por seguir con el trapo de cocina secando el suelo a cuatro patas, como que no le había sentido, e improvisaría sobre la marcha.
El corazón me latía con fuerza, y estaba muy nerviosa, pero continué con lo que estaba haciendo como que no había escuchado nada. Se veía perfectamente con los primeros rallos de luz, así que era imposible que no me viera. Los pasos se acercaron a la cocina, y sentí como se paraban en seco en la puerta. Yo estaba al borde del infarto, mientras acababa de secar el agua caída, moviendo mis caderas a cada movimiento de trapo.
Apenas serían tres segundos los que estaría frotando el suelo con los pasos que se habían parado frente a la puerta, y justo me incorporé para dejar el trapo en la lavadora sin pisar lo mojado, quedando de lado a la puerta, pero en ningún momento girando mi cara hacia donde estaba él. En ese momento sentí como una figura de un hombre se metía de nuevo al pasillo y los pasos se alejaban. Me apoyé en la lavadora, y respiré hondo intentando calmar el nerviosismo, mientras mis oídos estaban pendientes de cualquier sonido. Escuché entornarse la puerta de la habitación de nuestro vecino, pero sin cerrarse del todo, y como debía estar tumbándose de nuevo en su cama, con lo cual me fui calmando yo también.
Vaya experiencia, pensé. Mi cuerpo desnudo y a cuatro patas siendo observado por el señor Manuel. Y curiosamente me empecé a sentir ligeramente caliente y húmeda. Continuaba desnuda, y mis pulsaciones habían bajado de intensidad y velocidad.
Salí sin hacer ruido de la cocina, y al llegar a la altura de su habitación, estaba la puerta estaba entornada, y pude ver que estaba tumbado encima de la cama con su pantalón corto de pijama.
Necesitaba desahogar tanta calentura, y no precisamente por ese calor tan agobiante. Entré en nuestra habitación, y sin cerrar la puerta por si corría un poco el aire, abrí mi mesilla, y cogí el vibrador. Lo conecté sin importar si se oía el poco ruido que genera, y abierta de piernas, dejé que acariciara mi sexo por fuera. Estaba desinhibida, me había calentado tanto toda esa serie de situaciones del último día, que no me importaba que escuchara mis respiraciones y gemidos.
Mi sexo estaba empapado, y era una maravilla sentir mi juguete sobre mi clítoris, y acariciar mi sexo por fuera. Estaba tan empapada, que el vibrador entró solo. Qué rico se sentía, y qué bien entraba y acariciaba mis paredes vaginales. Mis jadeos, sin ser escandalosos, tomaban más fuerza. Ya no aguantaba más, así que con el vibrador hasta el fondo, apoyé la parte destinada para el clítoris sobre este, y exploté con unos intensos jadeos. Poco a poco fue perdiendo intensidad mi orgasmo, relajando mis piernas, aprovechando esos últimos latidos tan deliciosos de mi cuerpo. Lo apagué, y lo dejé unos momentos más dentro de mi vagina. Estaba tan desfondada y relajada, que me quedé en esa postura disfrutando de tanta sensación de paz.
Perdí el sentido del tiempo, no sé cuando llevaría así, pero cuando me disponía a sacar el vibrador, sentí ruidos en la habitación del señor Manuel, y como éste se levantaba de nuevo y salía de la habitación. Me quedé muy quieta, y al escucharle que estaba en el pasillo, empecé a hacer lo mismo que había visto a José hacer unas horas antes, aunque más convincentemente, por supuesto. Comencé a respirar más fuerte simulando un semirronquido y respiración profunda de una persona que duerme plácidamente.
Los pasos se dirigieron a la cocina, y sentí cómo se servía agua. Yo continuaba en la misma postura, y sin haber sacado el trozo de vibrador que quedaba dentro de mi sexo. Los pasos volvieron, pero entraron al baño, y pude escuchar que cortaba un buen trozo de papel higiénico. ¿Sería posible que se iba a masturbar de nuevo en su cuarto? Obviamente sí, y había cogido algo de papel para limpiarse.
Yo continuaba simulando la respiración de estar dormida, y sus pasos salieron del baño. Al llegar a su habitación, se detuvieron. De pronto sentí como con sigilo sus pasos se acercaban casi sin hacer ruido hacia mi habitación. Entorné los ojos, dejando el mínimo espacio para ver, pero que pareciera que estaba dormida. Y justo pude ver al señor Manuel frente a mi puerta del dormitorio mirando, y con un trozo de papel higiénico doblado en su mano izquierda.
La escena era tremenda, y me di cuenta de mi situación, el vibrador semiintroducido en mi sexo, mis piernas abiertas, y todo mi cuerpo al aire.
Se quedó a medio metro de la puerta mirando y disfrutando de la visión que tenía ante sus ojos. Algo me decía que no iba a pasar de la puerta, así que me sentía dominadora de la situación, y a la vez tan caliente. Le observaba con los ojos aparentemente cerrados, pero disfrutando de ser observada.
El señor Manuel estaba perplejo, apenas parpadeaba, y pude ver como su pantaloncillo de pijama se abultaba bastante. De pronto su otra mano, bajó la goma del pijama, justo por debajo de sus grandes testículos. Ahora si que mi corazón comenzó a latir. Vaya escena, nuestro anciano vecino, con su tripa al aire, y una polla enorme morcillona a medio empalmar.
Su mano comenzó a pajear aquel miembro, y noté mi vagina mojarse de nuevo. Era tan difícil simular estar dormida y controlar mi calentura, pero merecía la pena ver esa figura masculina empalmada por mi cuerpo.
Su polla fue cogiendo fuerza, y vaya miembro que tenía. Estaba totalmente empalmado pajeándose desde la oscuridad del pasillo. Pude ver cómo sacaba su otra mano con el papel, y con mucho silencio la apoyó en la punta de la polla, y por su gesto y respiración comprobé que se había corrido.
En apenas unos segundos había desaparecido de mi vista, volviendo a su cuarto. Seguí escuchando y ahora sí que había unos ronquidos reales. Había caído dormido como un angelito tras la corrida que había tenido frente a mi cuerpo desnudo.
Uffff, cómo me había puesto de caliente esa escena. No creí nunca que, otro hombre berraco frente a mí, podía excitarme tanto. Aunque bien es cierto, que el señor Manuel no era un hombre cualquiera, era alguien muy cercano y especial.
Saqué mi vibrador de mi sexo, y con mucho sigilo para no despertarle, me toqué con mis dedos hasta tener un nuevo y maravilloso orgasmo, esta vez más tranquilo y más largo.
Tanto ajetreo me hizo caer dormida también, totalmente agotada, confiada, y habiéndome quitado muchos fantasmas de mis prejuicios.
(Continuará…)